La segunda vicalvarada, menos cruenta que la famosa revuelta que encabezó O'Donnell allá por 1854, está al caer. El viejo pueblo de Vicálvaro, unido en matrimonio forzoso al municipio de Madrid en 1951, se divorciará dentro de un mes del distrito de Moratalaz para recuperar parte de su identidad perdida. Pero Vicálvaro no se reconoce a sí mismo; sus pequeñas casas encaladas han dejado paso a fríos bloques de ladrillo que no han dejado sitio para servicios ni equipamientos. Los 55.000 vecinos del barrio quieren dejar de ser la cenicienta de Madrid y esperan que la nueva junta municipal ponga fin a largos años de olvido.
En Vicálvaro todo lo que huele a viejo se deja caer como por inercia
Y ahora, si nadie lo remedia, le ha llegado el turno al Sacrificio, una pequeña colonia de casas bajas en buen estado que el Ayuntamiento se ha empeñado en calificar como "bolsa de deterioro". Los vecinos no quieren cambiar sus casas por un bloque de cemento y ladrillo.
Antena Vicálvaro, la radio local, se hace eco de la protesta y la difunde a bombo y platillo. La emisora, instalada en los locales de la Asociación de Vecinos de Vicálvaro, lleva cuatro años lanzando proclamas sobre el abandono del barrio.
Asociación de vecinos, motor del barrio
La asociación vecinal, verdadero motor del barrio desde 1971, culpa al Ayuntamiento de haber permitido el desastre urbanístico del pueblo y de haber paralizado el Plan Especial de Reforma Interior (PERI), que preveía la recuperación del casco antiguo. "El Ayuntamiento de Madrid se ha quedado siempre a las puertas de Vicálvaro", afirma Ceferino Maestú, vicepresidente de la asociación. Ceferino recuerda cuando, a finales de los años setenta, miles de vecinos recorrían las calles de noche con velas en protesta por la falta de alumbrado y de asfalto en las calles. "Aquí no ha habido promoción pública de viviendas, no hemos tenido un polideportivo hasta hace un año, ni ambulatorio, ni bomberos, ni oficina de empleo, ni comisaría...".
Vicálvaro, aislado de Madrid
Vicálvaro ha permanecido tenazmente aislado de la ciudad, de la que aún le separan cerca de dos kilómetros de descampado. Desde lejos, el perfil del barrio no es muy distinto al de cualquier ciudad dormitorio. Su población -5.000 habitantes antes de ser absorbido por Madrid- se ha multiplicado por 11 y supera ya a ciudades como Ávila y Segovia.
Varias batallas han precedido a la conquista de la independencia. La Asociación de Vecinos llevaba más de 10 años clamando por un distrito autónomo, después de la sufrida dependencia de los distritos de Vallecas, Retiro y Moratalaz. Promesas y aplazamientos se sucedieron en el tiempo.
"No va a ser la salvación, pero de algo servirá". Los vecinos confían en que la creación del distrito ayudará a resolver problemas urgentes como la desviación del tráfico pesado que atraviesa el barrio, la puesta en marcha del ambulatorio, la finalización del polideportivo, la inseguridad ciudadana, el traslado del cuartel de Artillería o las grietas que han aparecido en varias viviendas construidas sobre arcillas expansivas.
Pero en el barrio quedan otros conflictos que vienen de largo, como los enfrentamientos con los habitantes del poblado gitano de la avenida de Aroca, donde se asienta un mercado ilegal de todo tipo de mercancías conocido popularmente como Guarrerías Preciados. El Ayuntamiento ha iniciado ya el traslado de una parte de las 400 familias chabolistas del poblado.
En los últimos meses parecen haber remitido también las nevadas provenientes de la fábrica de cementos de Portland Valderrivas, un monstruo gris enclavado en pleno casco urbano. El polvo que desprende la descomunal chimenea desde hace 60 años ha dejado su impronta blanca en los tejados de las casas y en los pulmones de los vecinos, aquejados de enfermedades respiratorias.
Museo de la historia vicalvareña
Valentín González Gálvez, policía municipal, historiador a ratos perdidos, lleva siete años buscándole los tres pies a Vicálvaro, cuyo origen sitúa en el siglo XIV. Valentín es el presidente de la Asociación de Investigación Histórica de Vicálvaro, que ha publicado un extenso libro y ha montado varias exposiciones y conferencias sobre el pueblo."Lo que nos van a dar ahora son migajas; nosotros queremos volver a ser un pueblo", afirma Valentín, que reconoce llevar clavada "una espina de anticapitalidad provocada por la inoperancia de los políticos". El presidente de la asociación histórica lleva tiempo acariciando un proyecto que nadie acaba de apoyar: un museo popular de Vicálvaro que recoja los cientos de legajos y restos históricos que tiene repartidos entre los vecinos.
Valentín cree que Vicálvaro tiene derecho a pedir al Ayuntamiento de Madrid una indemnización por tantos años de olvido, y encuentra en esta batalla un curioso paralelismo con aquella otra que protagonizó un tal Andrés Manresa en 1854. Manresa, propietario de un extenso melonar que quedó destruido en la Vicalvarada, plantó cara al Ayuntamiento y pidió que le indemnizaran los daños causados. Nunca se supo si llegó a cobrar.